Un auténtico demócrata

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Fernando Belaunde es uno de los pocos políticos peruanos que puede exhibir las credenciales de auténtico demócrata. Pasó de la palabra empeñada en sus ofrecimientos en campañas electorales a hacerlos realidad, no sucumbió a la sensualidad del poder ni ambicionó la tentación de propiciar una reelección: era totalmente contrario a ella.

Dio el derecho a voto a los ciudadanos para elegir a sus alcaldes y regidores y convocó a elecciones complementarias en los plazos previstos por ley, sin cálculos así los vientos soplaran en contra.

¿Qué credenciales confieren a un político el reconocimiento histórico de auténtico demócrata? El respeto irrestricto a las libertades fundamentales de la persona y a la Constitución Política del Estado, la férrea defensa de la institucionalidad, el equilibrio de los poderes públicos, la construcción de instituciones que fortalezcan el sistema democrático, el respeto al adversario y a las minorías, la tolerancia, la alternancia en el poder, la promoción de medidas que en el marco de la ley beneficie a las grandes mayorías nacionales.

Su historia personal sintetiza lo expuesto y está llena de manifestaciones concretas de una vida consagrada al servicio del Perú: al que brindó sus mejores esfuerzos desde la cátedra universitaria hasta la más alta magistratura, respetando escrupulosamente la Carta Magna y honrando e impulsando los valores democráticos.

La hoja de vida de Belaunde está llena de páginas escritas con decisión inquebrantable de un respeto profundo por el Estado de derecho, una virtud poco cultivada por nuestra clase política.

Quiso el destino que en 1980, doce años después de haber sido depuesto por un golpe militar, Belaunde estampara su firma y el ¡Cúmplase! sobre la nueva Constitución que un año antes había sido aprobada por la Asamblea Constituyente. La historia le tenía reservada también la delicada misión de desarmar el andamiaje legal de la dictadura, una labor que realizó con la grandeza de un estadista para evitar roces con las Fuerzas Armadas, ni alterar el funcionamiento de las instituciones públicas y privadas.

Es que Fernando Belaunde era un hombre sin odios ni rencores. Su norte fue servir al Perú, trabajar con denuedo para solucionar los innumerables problemas que lo aquejaban durante décadas; para cumplir con ese objetivo, se decía, cualquier sacrificio valía la pena. El pueblo comprendió su capacidad de desprendimiento y su inmenso amor por la patria y por eso lo desagravió en forma abrumadora.

Tomado de El pueblo lo quiso. Raúl Diez Canseco Terry. 2012.

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