RAÚL DIEZ CANSECO TERRY

Por Raúl Diez Canseco Terry para Expreso

Esta semana instalamos en la Universidad San Ignacio de Loyola la Cátedra Konrad Adenauer, un espacio para debatir ideas y propuestas para un Perú fracturado, desconfiado, exangüe políticamente. Lo hicimos ratificando nuestro compromiso como educadores para lograr una sociedad más justa y democrática.

Y es que enfrentamos nuevos desafíos generados por el quiebre social y la turbulencia política que observamos en nuestro país y que pone en riesgo nuestra continuidad democrática. Recogemos el nombre del gran canciller alemán, Konrad Adenauer, para aportar a la difusión de la doctrina de la Economía Social de Mercado.

Ni capitalismo salvaje ni estatismo populista. El mundo requiere un desarrollo armónico, centrado en la persona humana y equilibrado con el medioambiente. La iniciativa privada es el motor del crecimiento, pero este crecimiento no debe ser a costa de los demás. Se debe evitar la concentración y las inequidades en la demanda de bienes y servicios.

Asegurar la redistribución de la riqueza, eliminando las barreras de acceso a oportunidades y proteger a quienes se encuentren en condiciones desfavorables, debe ser la principal función del Estado. El objetivo al final es el progreso y la responsabilidad compartida para una paz social y bienestar para todos.

El Papa Juan Pablo II, en su encíclica Centesimus Annus, publicada en 1990, nos advierte que el mayor peligro para el hombre del siglo XXI es todo aquello que atente contra la dignidad humana. En esa línea, la principal función de los regímenes políticos y sociales debía —y debe ser— buscar el bienestar humano. Entendiendo al hombre como individuo, digno y libre; y no como un colectivo social sin libertad.

Entre el capital y el trabajo —decía el santo padre—, el primero debe servir al segundo. El trabajo realizado por personas no es una mercancía. Y si bien la democracia no resuelve todos los problemas, tiene que basarse en principios éticos para servir a todos. Por esta razón, la única forma de que el poder democrático no se pervierta con los cantos de sirena del populismo es empoderar al ciudadano con educación de calidad.

Algo nos pasó en el Perú que nos olvidamos de estos principios. En más de 20 años de crecimiento sostenido, el Estado no pudo responder a las necesidades históricas de la población. Producto de los buenos precios de los minerales, se generó más de 60 mil millones de soles en ingresos por canon minero. ¿En qué se invirtieron esos ingresos? Se licuaron entre la pésima gestión descentralizada y la corrupción, al punto que cuando estalló la pandemia covid-19 teníamos apenas 100 camas UCI en todo el país.

Hoy necesitamos un Estado eficiente; pequeño, pero fuerte, en el sentido de ofrecer servicios de calidad a todos los ciudadanos, con énfasis en los sectores más vulnerables. A través de la Cátedra Konrad Adenauer buscamos promover este tipo de debates. Garantizar la prosperidad, la innovación y el progreso para todos crea la base económica de las naciones, que nace de una buena educación.

Por esta razón, el conocimiento es la llave para abrir las puertas del diálogo y el debate alturado. La universidad surgió como una institución inspirada en los valores humanos y en el enriquecimiento de la cultura para el bienestar del hombre. Aspiramos, pues, a recuperar esos valores fundacionales de la universidad: humanismo, libertad, justicia, bien común; y difundir el conocimiento científico de la Economía Social de Mercado —consagrada en nuestra Constitución— que, sin conocerla, grupos extremistas quieren ahora eliminarla.

Publicado en Diario Expreso, sección Opinión, 21 de febrero 2023