Recuerdo con gran nostalgia la época en la que me tocó realizar el servicio militar en la gloriosa Marina de Guerra del Perú. Fue un periodo de mucho aprendizaje y sobre todo, una experiencia que me formó el carácter para afrontar los grandes retos que se me presentarían en la vida más adelante.
Los primeros meses a bordo del buque petrolero BAP Lobitos fueron difíciles de sobrellevar, sobre todo por el hecho de ser sobrino del presidente Fernando Belaunde (era el año 1966). Desde el cabo hasta el sargento eran muy rigurosos conmigo, pues creían, equivocadamente, que había ingresado con privilegios que ellos no tenían.
Ese tiempo en la Marina me brindó la oportunidad de conocer el Perú profundo a través de su largo litoral y darme cuenta de que la pobreza anclada en estas zonas era tan parecida a la de nuestra sierra. Desde entonces supe que había mucho por hacer para sacar adelante a nuestro país.
Hoy, después de tantos años, sé que aquella fue una experiencia fundamental en mi vida. Durante un año me formé en valores como la disciplina, la responsabilidad, la puntualidad y aprendí, además, a trabajar con humildad y con sensibilidad social, lo que me permitió tener una visión amplia de lo que es la patria y la vida misma.
Por todo ello, guardo una enorme gratitud a la Marina de Guerra del Perú.