Recomponiendo raíces

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Por Raúl Diez Canseco Terry*

Casi siempre, el camino al futuro será largo y tortuoso. En casi 200 años de vida republicana, los peruanos no hemos sido capaces de articular una propuesta consensuada. Porque de lo contrario no arrastraríamos una pesada herencia: centralismo, pobreza, desempleo, pérdida de valores.

La crisis de liderazgo de los poderes dominantes y las ambiciones personales y grupales por un lado, y por otro, el inexplicable afán de algunos caudillos de querer refundarlo todo para que la “patria nueva” empiece a partir de ellos, socavaron durante décadas las iniciativas para lograr mínimas políticas de consenso.

De ahí que nuestra viabilidad como nación, a pesar de su potencia, no haya sido posible. Así, la falta de un proyecto nacional impidió definir el tipo de sociedad que queremos y los grandes objetivos por los cuales trabajar mancomunadamente. También impidió avanzar en la construcción de una sociedad justa, plural e integrada.

Afortunadamente, la sabiduría y creatividad de los peruanos, así como su irrenunciable capacidad de superar las adversidades, atenuaron siempre cualquier turbulencia social.

Construir una patria grande como anhelaron los próceres y precursores de la independencia será siempre parte central de la agenda pendiente. Compete a todos aportar en favor de aquel objetivo supremo: unos con inteligencia y conocimiento; otros, con laboriosidad y empuje. Hombres libres, ciudadanos, defensores del imperio de la ley, promotores de la ética y la moral, militantes de la democracia y emprendedores son los llamados a edificar el futuro distinto.

La sociedad emprendedora a la cual aspiramos requiere de capital humano bien formado y dispuesto a asumir nuevas obligaciones, y un sistema que premie la iniciativa y la creatividad.

Si queremos que el año 2021 encuentre al Perú celebrando el bicentenario de nuestra independencia con una democracia sólida, sin pobreza ni desempleo, con instituciones solventes, con alta inversión en educación y conocimiento, con un capital humano competitivo y global, con una sociedad emprendedora y una economía internacionalizada, es indispensable dar el gran salto hacia adelante.

Las políticas gubernamentales no solo deben responder a un equilibrio entre las necesidades sociales y las necesidades económicas, sino también al desafío de crear las condiciones para que los negocios existentes prosperen y otros nuevos puedan establecerse.

De otro lado, no debemos dudar en promover valores empresariales como los conceptos de eficacia, competitividad y alto rendimiento, pues de esa manera alentamos una mentalidad positiva y un espíritu emprendedor en todos los niveles de la sociedad.

La sociedad emprendedora a la cual aspiramos requiere de capital humano bien formado y dispuesto a asumir nuevas obligaciones, y un sistema que premie la iniciativa y la creatividad. Esta sociedad, que celebra el éxito de los emprendedores y donde sus miembros comparten las mismas convicciones y actitudes, configura el perfil de país que describimos.

*Extracto de Perú: país de emprendedores. Raúl Diez Canseco Terry. Lima, 2003.

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