Entre el frío de la sierra y la calidez de su gente

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Por Raúl Diez Canseco Terry*

“Es usted de la lampa ¿verdad?”. Sí. “Ah, en su gobierno sí había trabajo”. Para nosotros, la colonización de la selva es prioritaria, dijimos escuetamente. “¡Suerte!”, me dijo aquel maquinista de rostro magullado.

Cuando en setiembre de 1994, en plena campaña electoral, recorrimos el Perú, la sierra y la selva del centro del país fue uno de nuestros destinos. Después de visitar La Merced nos dirigimos a Oxapampa. Detuvimos la marcha para que una cuadrilla de trabajadores pueda despejar la carretera, dañada por las lluvias propias de la región.

Fue entonces que aprovechamos la ocasión para satisfacer la curiosidad de aquel tractorista que había identificado nuestra presencia.

Después de tres horas de haber dejado La Merced, ingresamos a Oxapampa, casi a media luz. Nuestra presencia en el lugar sirvió para reflexionar sobre la obra colonizadora más grande que se haya realizado en el Perú en el siglo XX, sintetizada en seis grandes proyectos: Jaén-Bagua; Alto Mayo; Huallaga central y Bajo Mayo; Alto Huallaga; selva central y Madre de Dios, que cubrían un área casi 12 millones de hectáreas de ampliación de frontera agrícola.

Luego de las actividades propias de la campaña, partimos rumbo a Cerro de Pasco, una de las ciudades más altas del mundo que depende fundamentalmente de la minería. Su población no solo tiene que soportar las bajas temperaturas sino también las incomodidades de la desarticulación urbana, la pésima calidad del agua potable y numerosos problemas de tipo ambiental.

El calor humano de la gente de Cerro de Pasco y un sencillo ágape que recibimos gratamente, mitigaron el frío que calaba hasta nuestros huesos.

Tomado de Hablemos del Perú. Testimonio de un candidato. Raúl Diez Canseco Terry. Lima, 1996

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