Entre el calor de la selva y la disciplina de la Marina

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Luego que mi padre se quedó sin trabajo, no fue fácil aceptar esa incómoda situación. Tiempo atrás habíamos ya pasado una primera frustración cuando no ingresé a la prestigiosa Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).

Aquella vez mi progenitor, cariñoso y riguroso a la vez, habló con nuestro pariente, el presidente Fernando Belaunde para que yo trabajara como ayudante de topógrafo en plena selva peruana abriendo trocha en el tramo Tarapoto Río Nieva de la Marginal, ahora llamada Carretera Fernando Belaunde Terry.

Fue una especie de penitencia que tuve que cumplir por no ingresar a la UNI. Estuve seis meses en la selva peruana, entre lluvias, un calor abrasador e insectos de variada especie, algunos de ellos de picaduras letales.

Al retornar al calor del hogar, yo estaba obligado a internarme por un buen tiempo en la Marina de Guerra del Perú. Mis padres se dirigieron nuevamente a nuestro pariente, el presidente Belaunde. Yo estaba seguro que el diálogo con el tío Belaunde era para evitar que ingrese al Servicio Militar Obligatorio: todo lo contrario. El encuentro de mis padres con el Presidente fue para hacerlo efectivo. Había cumplido entonces 17 años.

Los primeros meses fueron muy difíciles de sobrellevar, sobre todo por el hecho de ser sobrino del Presidente de la República. En la base naval creían, equivocadamente, que había ingresado con privilegios que ellos no tenían. Desde el cabo hasta el sargento, no dudaban en castigarme por cualquier motivo, eran muy rigurosos conmigo.

Estuve un año en el servicio activo como grumete en la Marina de Guerra del Perú. Luego fui operado de una hernia que, a la postre, causó mi baja. Sin embargo, recuerdo con nostalgia aquella época de grumete a bordo del buque petrolero BAP Lobitos.

La Marina nos brindó la oportunidad de conocer el Perú profundo a través del largo litoral, donde yacían peruanos curtidos por el sol, la briza y la brizna salitral, las embarcaciones y las redes de pesca. La pobreza anclada en estas zonas, tan parecida a la del ande peruano, nos conmovía en lo más profundo de nuestro ser.

Así pues, ser ayudante de ingeniero en la selva, abriendo trochas y luego marinero raso, marcarían mi vida. Ambas experiencias me sirvieron de mucho en el futuro: adquirí disciplina, aprendí a trabajar con humildad y con sensibilidad social, lo que me permitió tener una visión amplia de lo que es la patria y la vida misma.

Con el tiempo comprendí la actitud de mis padres y a partir de ahí comencé a soñar con mi propio futuro y con las inmensas posibilidades del Perú.

Raúl Diez Canseco Terry. El arte de emprender, segunda edición, Universidad San Ignacio de Loyola. Lima, 2013.

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Un comentario para “Entre el calor de la selva y la disciplina de la Marina

  1. ¿por que no hizo lo que hacen la mayoría de peruanos que tienen solvencia económica: hacer estudios en el exterior y hacer sus inversiones en el exterior?

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