La elección de León XIV: una bendición para el Perú

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La historia a veces se manifiesta con señales inesperadas que renuevan la esperanza. La elección del nuevo papa, León XIV, es una de esas señales. Para muchos peruanos, no se trata solo del nombramiento del sucesor de Pedro, sino de la conexión espiritual que trasciende fronteras y que ahora adquiere el rostro de alguien cercano, querido y profundamente familiar.

Robert Francis Prevost, el primer pontífice estadounidense y segundo latinoamericano en ocupar el trono de San Pedro, tomó hace años la decisión de nacionalizarse peruano. Para algunos, esto podría parecer un gesto meramente simbólico; sin embargo, para nosotros tiene un valor inmenso. En el Perú, reconocemos como propio a quien decide apostar por esta tierra, especialmente cuando lo hace con vocación de servicio, entregándose a las zonas más pobres y olvidadas.

Prevost llegó al Perú en 1985, tres años después de ordenarse sacerdote. En su labor pastoral recorrió comunidades del norte del país, enseñando, acompañando y consolando. Fue maestro, guía y hermano en lugares donde el Estado está ausente. Trujillo, Chiclayo, Iquitos, Apurímac y otros rincones del interior conservan el recuerdo de este agustino que siempre ofreció una palabra de esperanza.

Por eso, la emoción que se vive hoy en el país no es una casualidad. Existe una convicción íntima de que esta elección también nos representa. Porque ser peruano no solo es un hecho de nacimiento, sino también una decisión. Y el nuevo papa ha encarnado el espíritu luchador, resiliente y solidario del pueblo peruano. Su saludo a la “querida diócesis de Chiclayo” fue el de un hijo que saluda su casa.

Esperamos que este momento también sea una lección para nuestra clase política. León XIV asume en un contexto de fragmentación global, y también nacional. El Perú vive una larga y dolorosa crisis de confianza, liderazgos débiles y polarización. Tal vez, en la elección de un papa que decidió conscientemente ser peruano, encontremos una señal: es hora de unirnos en torno a principios comunes, al servicio generoso, a la búsqueda del bien común.

Desde sus primeras palabras, León XIV ha mostrado una clara voluntad de tender puentes. Como lo hizo León XIII ante la revolución industrial, este nuevo pontífice comprende que vivimos una revolución tecnológica marcada por la inteligencia artificial, el aislamiento y la incertidumbre. Y frente a ella, la Iglesia debe estar presente.

Su mensaje contra la guerra, a favor de los pobres, del ambiente y de la dignidad humana, es urgente y necesario. Ojalá pronto visite nuestro país, tras cumplir los compromisos internacionales pendientes.

El mundo cambia, y también la Iglesia. Que este nuevo rumbo nos encuentre preparados, con esperanza y responsabilidad. Si un hombre nacido en Chicago pudo amar tanto al Perú, nosotros también podemos creer de nuevo en nosotros mismos.

León XIV es una bendición para la Iglesia. Pero, sobre todo, es una bendición para el Perú.

Artículo de opinión publicado en Expreso, 20 de mayo de 2025.

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